Miedo pandémico o risas de amor

Faltan cuatro días para que finalice el 2020 entre expectativas esperanzadoras y emociones exacerbadas de miedo, tristeza y culpabilidad. Somos víctimas del esfuerzo inhumano de manipulación y control de la población, por parte de quienes nos gobiernan, sobre la base del miedo y la culpa; del miedo y la tristeza; del miedo y la frustración; del miedo y la incertidumbre. El miedo que padecemos no surge para protegernos, estamos siendo controlados por él. Una sobredosis de alarmismo y fatalismo nos ha sido suministrada sin medida ni control, ni fase de experimentación. La desesperanza se apodera de las mentes y dirige las almas hacia el despeñadero de la impotencia. La incertidumbre nos aniquila. ¿Quién se beneficia con esta mezcla de alarmismo y fatalismo?

Sí, hay mucha incertidumbre, «un tipo de resfrío con potencial letal. Todo es como muy fuera de nuestro alcance o control, casi al azar: el contagio, cómo lo tomará tu cuerpo, a quién le podrías pegar eso. Hay mucho mucho fuera de nuestro control y eso aterra.» (Dorian Barría, comunicación personal, 28 diciembre 2020).

Además de hacernos sentir “culpables”, hemos de ser manejados a través del miedo. Culpables de contagiarnos y que otros se contagien a partir de nosotros; culpables de enfermar porque no hemos hecho lo suficiente para evitarlo; culpables por los descuidos inexistentes. Sí, somos culpables de que exista la Covid-19; culpables por el murciélago que fue usado en una sopa; culpables de las diversas teorías conspirativas que se manejan. Más culpables aún por salir a la calle a buscar el sustento que ha de poner un plato en la mesa -que de no hacerlo, por sí solo, no ha de llegar-; culpables, culpables, culpables.

¿A quién le conviene un pueblo con sentimientos de culpa y en estado de miedo, al borde del pánico? Un país en donde, además, los que se “cuidan a ultranza”, porque tienen cómo seguir alimentándose y hacer frente a sus compromisos financieros, terminan atacando a los que salen a la calle con razones válidas (buscar “los centavos”) o aparentemente sin ellas (todos tienen sus motivos y, aunque no los entendamos, son igualmente válidos).

¿Qué crees que la pandemia nos enseña a todos? Nos está enseñando prioridades y nos está mostrando una realidad. La realidad de la desigualdad. De cómo unas personas pasan la pandemia en un yate en el Caribe, y otra gente está pasando hambre.

Isabel Allende, 2020

Queda un enfrentamiento y muchos terminan haciendo el trabajo sucio que beneficia a los incompetentes y corruptos que nos gobiernan. ¿Podrá ser así? En los chats de los grupos de varias comunidades se han formado hilos enormes de opiniones encontradas (Dalis de Guillén; M. Maleny Ho Diéguez). Vecinos contra vecinos.

Soy de la opinión que querer poner la responsabilidad de lo que está pasando a este lado de acá (pueblo o populacho como nos quieran llamar) es parte de la estrategia de esos ineptos y corruptos para seguir manejando al pueblo. Elemento fundamental: ¡divide y vencerás! Pueblo contra pueblo.

También nos ha enseñado que somos una sola familia. Lo que le pasa a un ser humano en Wuhan, le pasa al planeta, nos pasa a todos. No hay esta idea tribal de que estamos separados del grupo y que podemos defender al grupo mientras el resto de la gente se friega. No hay murallas, no hay paredes que puedan separar a la gente.

Isabel Allende, 2020

Indiscutiblemente hay mucho miedo. Habría que buscar la manera de que la gente pueda manejar ese miedo -casi pánico- que se ha ido acrecentando -en cantidad y tiempo- con el encerramiento, las pérdidas crecientes de empleos, la tristeza, la incertidumbre, la miseria y el hambre, sin que falte la cerecita del pastel puesta por el estilo y contenido de las noticias. Hay tantas incongruencias que solo desconfianzas generan en los que toman decisiones y nos confinan. En Costa Rica no habrá cierres, empezará la vacunación el 24 de diciembre y hay muchos menos casos que acá. ¿Entonces? ¿Podría ser plausible que hay muchos que están lucrando de la pandemia?

“Panamá ocupa el quinto lugar en lo concerniente a la tasa de mortalidad, con un valor, actualizado al 26 de diciembre, de 90,95 por cada 100 000 habitantes. […] A todas luces, ello significa que las medidas de contención y de mitigación adoptadas por el MINSA han sido un rotundo fracaso. Esto era de esperarse porque se decidió apoyar, en forma prioritaria, a la empresa privada y a la banca. A los trabajadores despedidos y con contratos suspendidos se les ha proporcionado, casi a regañadientes, la ridícula suma de $ 100 mensuales que se pretende reducir a su mínima expresión a partir de enero de 2021.

¿Por qué era importante proporcionar una ayuda más sustancial a nuestro pueblo? Porque una familia promedio con padres desempleados no puede sobrevivir con la suma aportada por el gobierno. Por tanto, ha ocurrido que personas que son conscientes de que están contagiadas, salen a la calle a tratar de encontrar el sustento diario.

Es muy fácil culpar al pueblo por su falta de colaboración. Es cierto que ha habido inconsciencia por parte de algunos sectores de nuestro pueblo. Pero esto no es la generalidad ni justifica que el apoyo económico brindado por el gobierno, a nuestras clases necesitadas, haya sido tan exiguo. Y todo esto, sin tomar en consideración los numerosos casos de corrupción que se han presentado como, por ejemplo, el famoso hospital modular construido a un costo de, alrededor de 9 millones de dólares, con una capacidad de sólo 100 camas.”

Alfonso Pino Graell, 26 de diciembre 2020.

Estamos “odiándonos” entre nosotros, y eso solo provoca daño emocional y mental. ¿Por qué es tan difícil comprender que estamos bajo un esquema de “guerra” soterrada y que, en ambientes de guerra, la incertidumbre de no vivir mañana o no tener comida para poner sobre la mesa lleva a la gente a vivir desenfrenadamente como si fuera el último de sus días? Aún con “miedo” la gente saldrá a la calle porque no hacerlo compromete de peor manera su supervivencia. Y llegará el momento en que perderá el miedo y la reacción, en consecuencia, será impredecible e incontrolable. Ya se están dando señales de ello.

El miedo es bueno, pero en dosis pequeñas y cuando corresponde. Cuando no es así, hace mucho daño y puede comprometer hasta el sistema inmune como no lo haría siquiera el virus (Danilo Marín). Coincido con el hecho de tener miedo como una emoción normal e indispensable para la supervivencia. Lo que no se puede es estar bajo una activación permanente del estado de miedo. Las sustancias que se producen bajo la condición “de miedo permanente o prolongado” -mismas que nos protegen en condiciones de peligro- terminan haciendo daño al organismo. Nos estresan en grado superlativo, afectan nuestro cerebro y andamos desquiciados y fuera de control.

Fuente: desconocida. Meme circulando en redes sociales (recibido por WhatsApp).

Uno de los experimentos que hicimos en fisiología animal, cuando era estudiante de biología en la facultad de Biología de la Universidad de Bucarest (Rumanía), consistía en inyectar de las sustancias que se segregan bajo estímulos de miedo a sapos (por ejemplo, adrenalina) y ponerlos debajo de una cápsula grande de vidrio (varios grupos de estudiantes haciendo simultáneamente el mismo experimento de laboratorio). Diferentes dosis, “in crescendo”. El sapo quedaba sobreexcitado, pero excitadísimo: con el más leve roce que hiciéramos de la campana de vidrio o ligeros toques en la mesa daba estos saltos olímpicos que lo llevaban a darse fuertes golpes contra las paredes de la campana de vidrio, sin sentido, sin control. Sus ojos se fueron abriendo de tal manera que parecía que se fueran a salir de sus órbitas (eventualmente fue así hacia el final del experimento), y su desesperación y angustia eran más que conmovedoras, desesperantes. Desde luego que al final hubo de sacrificarlos. No había retorno.

La Facultad disponía de un vivero de ranas y sapos (no los extraíamos de la naturaleza). En cada laboratorio, y por todo un año, usábamos (cada estudiante) en los laboratorios de esta asignatura unos tres ejemplares por semana. Todo el funcionamiento de órganos y aparatos era vivenciado desde la ejecución de nuestras propias experiencias con estos animales (y otros “conejillos de laboratorios”). De hecho, en la facultad hay un monumento que le rinde homenaje a estos animales de experimentación.

Tener miedo es normal. Todos alguna vez hemos sentido miedo (Diomedes Bermúdez, comunicación personal), pero se nos está vendiendo ese miedo de tal manera que andamos por la calle como desquiciados.

El transporte público es caótico y sin alternativas. Tomar un taxi es horrible. Muchos con varios pasajeros; bajan unos, e inmediatamente suben otros. Sin ninguna limpieza entre los grupos que se solapan (Dalis de Guillén, comunicación personal). Es la desesperación, la angustia, lo incierto.

Queda fuera de debate que el miedo en exceso es malo; deja de cumplir su función en garantizar la supervivencia, y actúa en contra de quien lo padece sin control. El cerebro como órgano social que es se niega a aceptar que esa sea su realidad. ¿Por qué ha de enfermar y morir? Si no es por la Covid-19 será por la depresión que generan el miedo y la tristeza, víctima de la manipulación, la incompetencia y la corrupción.

Todos los años tenemos gripe estacional. La gripe estacional provoca gran cantidad de decesos (muertes respiratorias debido a influenza estacional), pero nos suele pasar desapercibida. Se habla que este año ha bajado la tasa de mortalidad debido a otras enfermedades. ¿A qué se debe? ¿Quizá a que muchas otras causas de defunciones están siendo registradas en el renglón de la Covid? ¿Se enmascaran a propósito, por incapacidad o negligencia? Es extraño que -de repente- tantos padecimientos crónicos o agudos, responsables de altas tasas de mortalidad, hayan disminuido. Al menos, genera algún tipo de duda y sospechas.

Fuente: https://www.who.int/influenza/surveillance_monitoring/bod/WHO-INFLUENZA-MortalityEstimate_sp.pdf

Toca recordar la importancia de mantener la calma, estar en paz y manejar el miedo. Celebrar la vida y aceptar las trascendencia de aquellos que se nos han adelantado. Expresar amor; reír; solidarizarnos con los demás. Proponernos descubrir en un viaje exploratorio a través de las culturas del mundo los secretos para la felicidad. Hemos aprendido el manejo de los ambientes virtuales. Usemoslo a nuestro favor.

“La felicidad es una palabra de nueve letras y siete mil millones de definiciones, una por cada persona del planeta” (Lonely Planet, 2011. HAPPY: Secretos para la felicidad a través de las culturas del mundo). Está demostrado que las experiencias brindan a largo plazo más felicidad que las posesiones. Aún en las condiciones presentes estamos en la capacidad de experimentar y saborear momentos felices. Las redes sociales abren un mundo de posibilidades. Las comunicaciones virtuales, tipo vídeo llamadas, nos conectan al instante con aquellos seres queridos que están distantes.

Las limitaciones representan retos para nuestra creatividad; los obstáculos, oportunidades. Podemos dedicar tiempo para honrar los lazos familiares; ser conscientes del momento presente; meditar; dar gracias; pedir por favor; ofrecer disculpas; bailar con el palo de una escoba; pintar mandalas; escuchar música; aprender. Todos los momentos presentes tienen elementos en donde encontrar armonía, paz, felicidad, amor; dar un sentido a la vida e intentar ser lo más felices posible. Mi sobrino Adrián, que en pocos meses será padre por primera vez, hizo una reunión familiar ampliada, de carácter virtual, para descubrir el sexo de su hijo. Fue una experiencia que generó esa emoción de alegría y felicidad que, aún pasado el tiempo, saboreamos con placer mientras esperamos la llegada del nuevo miembro de nuestra familia. Mi amiga Dalis me regaló plantones de plantas ornamentales que sembré y observó con amor, día a día, esperando el brote de nuevas hojas.

Hay que vencer el miedo, en primer lugar; mirarlo de frente, cara a cara y hablarle, con respeto, sin subestimar. Reconocer que sentir miedo es importante para nuestra supervivencia, pero no puede condicionar nuestro día a día. No tiene por qué afectar nuestra respiración y nuestra salud mental y emocional. Estamos en este mundo para ser felices y trascender en paz, expandiendo nuestra conciencia.

Tenemos una misión por cumplir en esta dimensión; estamos caminando por el sendero correcto para realizarla. Esta misión no es una función de los años de vida que tengamos. La confianza nos permitirá abrazar la idea de que estamos en forma para seguir trabajando en ella. Todos tenemos nuestro Ikigai; quien todavía no descubre «la razón por la que vivir» es que quizá no se ha esmerado en encontrarla. Hay que trabajar en ello y comprender que el ikigai puede cambiar con la edad, y representa «un vivir más y mejor».

Fuente: https://gestion.pe/tendencias/ikigai-concepto-japones-vivir-mejor-233231-noticia/?ref=gesr

Necesitamos más amor, tolerancia y empatía entre nosotros; necesitamos más risas. Necesitamos ejercicios de risoterapia; en verdad, reírnos de nosotros mismos. Más sustancias de la felicidad moviéndose en el interior de nuestro organismo; a la vez, reducir y mantener bajo control aquellas otras sustancias que se generan o secretan en demasía bajo la influencia del miedo y la tristeza.

Es fundamental mantener en alto el optimismo y hacer del miedo nuestro aliado, no “el” enemigo. Nos pertenece, no está por encima ni fuera de nosotros. Sigamos escuchando música, comiendo saludable, disfrutando de cada instante; pongámonos a escribir, dibujar, pintar; trabajar en títeres; hacer los títeres más divertidos que en este momento podamos hacer. ¡Riamos! Riamos a carcajadas; recuperemos el sentido del humor, celebremos los memes, los chistes; que nuestra risa sea ligera, cantarina, fácil. Que la alegría sea propicia para fortalecer nuestro sistema de defensa, nuestra capacidad inmunológica.

Fuente: desconocida. Meme compartido por WhatsApp.

Expresemos abiertamente el cariño y mantengamos en alto la confianza. Amemos sin reparos ni limitaciones. El amor es la fuerza más poderosa que mueve al mundo. Comprendamos: nadie podrá hacernos daño sin nuestro permiso y nuestro consentimiento. Hagamos de nuestras palabras bálsamos que alivien a los que sufren, a los que temen; que animen a fortalecer la confianza, la esperanza y la fe; que lleven a la recuperación. No tiene precio escuchar a alguien cercano decir: «Hoy sí que amanecí pero súper bien; sin la sensación de esa fatiga única. Encontré el olor más profundo de las cosas, unos sabores extraordinarios. No tengo cómo agradecer tantas atenciones y eso es lo que me hace sentir bien, sus consejos». Ese, su “aliento psicológico” (José Sandoval, comunicación personal).

Sigamos cuidándonos y sobretodo, mantengamos la paz y el buen ánimo en nuestras mentes y nuestros corazones. Evitemos rechazar al que ha padecido la enfermedad, y agradezcamos que se ha recuperado; extendamos nuestras manos y seamos uno, por el bien de todos.

Lo que la pandemia me ha enseñado es a soltar cosas, a darme cuenta de lo poco que necesito. No necesito comprar, no necesito más ropa, no necesito ir a ninguna parte, ni viajar. Me parece que tengo demasiado. Veo a mi alrededor y me digo para qué todo esto. Para qué necesito más de dos platos.

Después, darme cuenta de quiénes son los verdaderos amigos y la gente con la que quiero estar.

[…]

Los creadores, los artistas, los científicos, todos los jóvenes, muchísimas mujeres se están planteando una nueva normalidad. No quieren volver a lo que era normal. Se están planteando qué mundo queremos. Esa es la pregunta más importante de este momento. Ese sueño de un mundo diferente: para allá tenemos que ir.

Y reflexiono: Me di cuenta en algún momento de que uno viene al mundo a perderlo todo. Mientras más uno vive, más pierde. Vas perdiendo primero a tus padres, a gente a veces muy querida a tu alrededor, tus mascotas, los lugares y tus propias facultades también. No se puede vivir con temor, porque te hace imaginar lo que todavía no ha pasado y sufres el doble. Hay que relajarse un poco, tratar de gozar lo que tenemos y vivir en el presente.

Isabel Allende, 2020

—»¿Nueva normalidad? ¿Ese concepto ya te es familiar? “Nueva normalidad…” ¿Cómo se podrá describir la nueva etapa de vida que la humanidad tendrá que enfrentar prácticamente desde ya? Yo no la llamaría “normalidad”. Ya nada volverá a ser igual a nuestro presente. Te dejo la inquietud (Dalis de Guillén, 27 de diciembre, comunicación personal).

En lo personal, no la veo y tampoco la llamaría nueva normalidad. Tal cosa, en los sistemas biológicos no existe, y asumo que tampoco en los sociales. En los sistemas biológicos hablamos de equilibrio dinámico: nunca se vuelve a un estado anterior ocurrida una perturbación, ni algo parecido. Se pasa a otro, se «escala», se crece, se evoluciona, hasta alcanzar un nuevo estado de equilibrio. Mejor adaptados, más preparados, con mejores respuestas a los cambios.

Me pregunto si como sociedad, como especie, seremos mejores. Opino que valoraremos cosas que dábamos por hechas, por descontadas, «bien merecidas» por estar en la cúspide de la creación. La especie «más fuerte e inteligente de nuestro planeta». Seremos más agradecidos y conscientes de cada día; más felices o satisfechos a través de lo simple, lo cotidiano; los olores y los sabores. Buscaremos crear el tiempo de los abrazos, los espacios del estar presente con nosotros mismos y con los otros; apreciaremos de otra manera la naturaleza, lo invisible que existe, lo que a pesar de ser diminuto es valioso, un día de sol, la lluvia, los atardeceres, la playa, los ríos, las montañas, la gente, al otro. Nos miraremos, a través de los mismos ojos, pero bajo otra forma de ver, más valorativa, más apreciativa. Nos daremos cuenta y aceptaremos que sobrevivimos por nuestra capacidad de adaptarnos más que por nuestra inteligencia y fuerza, y con ello validaremos lo expuesto por Charles Darwin.

Con todo, seguiremos siendo ego y sombra: es nuestra naturaleza, sin duda, pero más conscientes y contemplativos de nuestros complementos, de nuestro ser íntegro. Nuestro mundo cambiará en la medida en que cada uno cambie para mejor; mientras nos esforcemos por ser cada día la mejor versión de nosotros mismos.

No hay «nueva normalidad». ¿Cómo definiríamos una nueva normalidad dentro de una anormalidad reinante? Habrá un nuevo estado de equilibrio dinámico bajo un esquema de respuestas a un evento perturbador, con consecuencias catastróficas y hasta disruptivas. Muchas personas están sufriendo pérdidas más que materiales, de golpe, en números múltiplos. ¿Cómo será la vida para ellos después que “volvamos” a un mundo sin restricciones de movilidad, sin cortapisas a la libertad? Hay muchos que no han podido despedirse de sus familiares más queridos, que no han podido sostener su mano o percibir su último aliento; o ponerse en paz. ¿Cuál será su nueva normalidad? Aquella que dicte su capacidad adaptativa para seguir adelante, hacia ese nuevo estado de equilibrio.

En fin, los Baby Boomers estaremos menos “peleados” con la tecnología. Agradeceremos que existe porque nos ha mantenido comunicados y conectados en tiempo real. Nos ha dado la oportunidad de poner a prueba nuestra capacidad subutilizada de adaptación, bajo condiciones extremas. Seremos, en consecuencia, más comprensivos con las nuevas generaciones.

Hemos aprendido a sonreír con los ojos y hablar a través de la escucha; a extrañar los abrazos que daremos más fuertes. Nos estamos reconciliando con nuestro propio yo.

Y recordemos: ningún tiempo pasado fue mejor. Lo mejor está ocurriendo en el momento presente.

Acerca de Marilyn Diéguez Pinto

Soy bióloga/ecóloga panameña, con raíces apuntaladas en mi Panamá campesina y mi España gallega; amante de la naturaleza; me gusta leer y escribir..., conocer y aprender cada día cosas nuevas... Estoy convencida que el conocimiento esta en todas partes, deseando "atraparnos" y ser atrapado... Entiendo que aprender es una de las cosas más divertidas del ser vivo...
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